¿CÓMO PUEDO TRABAJAR EN MI RESERVA COGNITIVA?
El envejecimiento se ha relacionado con el declive de múltiples habilidades cognitivas; sin embargo, la trayectoria de este proceso muestra diferencias individuales. Mientras algunas personas experimentan un deterioro cognitivo acelerado, otras conservan su capacidad mental hasta el final de sus vidas. Estas diferencias sugieren que algunas personas son más resilientes a los efectos del envejecimiento que otras.
El concepto de reserva cognitiva surge para explicar teóricamente estas variaciones y se define como la adaptabilidad de los procesos cognitivos, relacionada con la diferencia en la susceptibilidad individual de las habilidades cognitivas al envejecimiento, la patología o el daño cerebral. Así, las habilidades adquiridas antes del deterioro neural pueden proteger o mitigar la pérdida de funciones cerebrales. La reserva cognitiva individual es el resultado de la interacción entre factores expositivos y genéticos.
Diversos factores impactan la reserva cognitiva, entre los cuales se destacan el nivel educativo y el logro ocupacional, que se refiere a la participación en actividades laborales y la adquisición de ciertas posiciones. También se ha relacionado la reserva cognitiva con las actividades de ocio, tales como realizar caminatas, visitar amigos, leer, jugar, participar en actividades religiosas, hacer ejercicio físico, y en general, participar en actividades sociales, cognitivas y físicas.
Las
actividades cognitivas realizadas durante la adultez tienen un mayor impacto en
la construcción de la reserva cognitiva que las actividades realizadas en la
vida temprana. Incluso en la vejez, es posible seguir construyendo reserva
cognitiva.
En
un escenario más práctico, se pueden agrupar los factores que impactan la
reserva cognitiva en algunas categorías para facilitar la identificación de las
áreas en las que se puede trabajar, incluso en la edad avanzada:
Actividades
de la vida diaria: Manejo de finanzas personales, aseo personal, tareas
domésticas, uso de nuevas tecnologías a niveles básicos, entre otros.
Formación
e información: Realizar cursos, talleres, estudiar otro idioma o
dialecto, mantenerse informado sobre la actualidad.
Hobbies
y aficiones: Lectura de temas nuevos, pasatiempos, escritura,
escuchar música, aprender letras de canciones, conocer nuevos géneros musicales
o artistas, ver televisión o películas, participar en cine-foros, aprender a
tocar un instrumento musical, coleccionar objetos, viajar, participar en
eventos culturales, hacer manualidades, cocinar, pintar, tomar fotografías, ir
de compras y realizar actividad física.
Vida
social: Establecer contacto social, realizar o recibir
visitas, hacer voluntariado, participar en actividades religiosas y en
actividades de convivencia.
Trabajar en nuestra reserva cognitiva no solo es posible en la juventud, sino que se puede seguir fortaleciendo a lo largo de toda la vida, incluso en la vejez.
Al involucrarnos activamente en diversas actividades cognitivas, físicas y sociales, podemos mitigar los efectos del envejecimiento y/o diferentes enfermedades y mantener una buena calidad de vida.
La clave está en mantenerse curioso, activo y comprometido con el aprendizaje continuo y la interacción social.
Fortalecer
tu reserva cognitiva es una inversión en tu futuro que comienza hoy. No importa
la edad que tengas, siempre es posible desafiar tu mente, explorar nuevas
pasiones y mantenerte conectado con los demás. Cada actividad que realices,
desde aprender un nuevo idioma hasta disfrutar de una caminata con amigos,
contribuye a mantener tu mente ágil y resiliente. No subestimes el poder de las
pequeñas acciones diarias; son ellas las que, con el tiempo, construirán una
reserva cognitiva robusta.
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