MARIA ISABEL BLANCO DE MONTOYA

 

Mi nombre es Maria Isabel Blanco de Montoya, tengo 82 años, nací el 21 de octubre del 41 en un pueblo de Boyacá que se llama Guacamayas. Es al norte de Boyacá y queda a hora y media más o menos del Nevado del Cocuy. Es una parte muy bonita, muy tranquila, de gente buena. Viví los primeros 15 años de mi vida allí.

Mis hermanos me decían Chavita; a mí me gusta que me digan Isabel, Isabelita o Chavita. Me siento como en familia. Lo que me incomoda es que la gente me diga doña.


    

Nací en una finca; mis papás tuvieron muchas fincas. Mi niñez fue con todos los cuidados; en ese tiempo se conseguían personas que trabajaban por muchos años con las familias. Vivía con mis hermanos y mis papás. Luego pude estudiar. En mi casa fuimos 12 hijos; yo fui la décima. De mis hermanos ya fallecieron cinco, y bueno, dos fallecieron siendo chiquitines.

Hice muchas travesuras con mis hermanos. Con Alfonso, mi hermano, nos pusimos a sacarle a unas baritas buena punta, como decir el palo de una escoba pero más delgadito. El que atinara mejor en el ojo del otro. Y bueno, le dije quietico… ¡ay Virgen Santísima, qué ignorancia grande! Se lo pegué como a medio cm del ojo; se lo pegué ahí. Por supuesto, el poco de sangre enseguida y grité. Sin poderle decir "mamá auxilie aquí", porque el castigo iba a ser para mí. Afortunadamente, no lo dejé tuerto; ahí le quedó la cicatriz. De eso me acuerdo bien, de eso que uno dice: "brutos, yo, ¿qué hice?"

Con mi hermanito menor, estábamos en unas hamacas; él tendría 2 meses de nacido, y lo acostaron a arrullarlo. Y yo también quería, coloqué una silla para poderme subir, me subí y abracé a mi hermanito y me empecé a mecer y me vine al piso con todo y niño. Yo salí corriendo… claro, mi mamá ni me persiguió porque ella fue a atender al niño. Imagínate, un niño de 2 meses de nacido y en el piso. Virgen Santísima, y yo corra. Mi papá no estaba, y yo me quedé quietica debajo de un árbol. Mi papá de repente llegó y me preguntó: "¿qué pasó, mija?, ¿qué hace aquí?" Y yo: "es que… es que… me van a pegar", y mi papá me dijo: "no, venga a ver qué pasó". Mi mamá era durita, aunque yo era la menor, me consentía mucho. Cuando llegamos y todos en el problema del niño, pues me salvé de la correa.

Me casé muy jovencita, a los 15 años; luego decidimos irnos para Soatá, que queda a unas tres o cuatro horas de Guacamayas. El clima en Soatá es bien caliente, hay cultivos de climas más calientes, café, caña, el dátil que es el fruto paradisiaco. Los chorizos y las génovas son típicos de allá. Mi primer hijo lo tuve a los 16 años; se imagina, eso es como salir de una cuna para otra cuna. Pero la parte satisfactoria es que uno ve todos sus hijos y nietos profesionales, organizados, y dice uno, bueno, mi Diosito le dio a uno la oportunidad de todas estas cosas bonitas.

Tuve siete hijos; el último lo tuve a los 28 años. Se llevaban dos años de diferencia entre uno y otro. Todos mis hijos nacieron en Soatá, en la clínica materna, y ahí a afrontar la vida, la maternidad, sin tener a nadie de mi familia cerquita y con 16 años, uno era muy joven para ponerse a criar, pero ahí más o menos fui saliendo adelante. Mis hijos son unos ángeles conmigo, lo mismo que mis nietos.

Terminé mi bachillerato con intermedios, por la crianza de mis hijos. Me quedé en casa trabajando, criando a mis hijos.

En Soatá vivimos bastantes años, como 18 años. Luego nos vinimos a Duitama por el estudio de los chicos. Ahora vivo en Duitama, con una hija. Dos de mis hijos viven en Duitama cerca de nosotros. Otras hijas viven en Tunja, que también es cerca.

Mi esposo era conductor. Al principio no era fácil porque no tenía carro, tocaba alquilado, después sí consiguió su carro. Fue transportador hasta el día de su fallecimiento. Transportaba de los pueblos vecinos; los comerciantes le daban la carga a Cúcuta y a Bogotá, por ejemplo, trigo o cebada, papa. Pero a Cúcuta sí era más verduras. Por último, transportó un tanque de petróleo, por ejemplo, de Barranca a Duitama. Luego transportó gas, los cilindros. Él falleció hace 14 años. Viajaba mucho, pero en fechas especiales sí estaba con nosotros.

Mis hijos eran bien traviesos; yo jugaba a la par con mis hijos. Mi mamá me decía: "hágase respetar". Pero a mí me gustaba; en esa época había pisos de madera que tocaba primero encerar y luego brillar. Y yo me unía a ellos y me sentaba en un costal y me ponía a jugar a moverme de allá para acá. Esas son cosas bonitas que uno recuerda, como no tuve mucha infancia, pues la infancia la viví con ellos. Jugaba con ellos, me subía en zancos con ellos. Una vez mi esposo vino y me dice: "¿ese es el ejemplo que le da a sus hijos?" Afortunadamente no pasaba nada grave. Nosotros mismos hacíamos los zancos, como veíamos cómo hacían los zancos en el circo; iban muchos circos al pueblo. Claro que no eran tan altos como los de ellos.

No me perdía fiesta; era una de nuestras diversiones grandes. En fiestas de, por ejemplo, Navidad, el 25 de diciembre había fiestas en Soatá y allá la gente por el clima calientico es muy alegre; llevaban muchas orquestas y eso se bailaba hasta el amanecer, sin parar. No había sueño que cortara la diversión. Todavía, si se me da la oportunidad, todavía bailo. Una buena carranga, la música de esa época, porque ahora eso es un rascapulgas, pero la música de esa época, las letras eran dicientes, bonitas; ahora la letra es un poquito pesada. Antes bailábamos de todo, se le hacía frente a todo. Había también una parte en Soatá, en el teatro; arreglaban ese teatro como una pista de baile, pero con disfraces. Entonces nadie se conocía y se bailaba con el que fuera. Se pasaba rico. Me disfrazaba de gitana, de dama de sombrero fino, con guante y cartera, o del bobo del pueblo, lo que estuviera más de moda. Iba a las fiestas con mi marido. Le gustaba también la fiesta y también con los compadres, como le decía uno en ese tiempo; éramos muy unidos. Hacíamos la reunión y nos íbamos. Se tomaba uno un traguito, pero no al punto de emborracharse. Tomábamos whisky, aguardiente, o vino.

Hago mucho deporte, desde hace por lo menos 35 años. Caminar, hacer ejercicios, en la mañana, de 5:30 a 7 am. Hay maquinitas en el parque al que vamos, entonces hago ejercicios con mis amigas. Y en la tarde de 2 a 3pm hacemos ejercicios, pero ya eso sí, ya es con un profesor que nos da ejercicios, aro, cuerda, pelota, más lúdico. Ya es dirigido. Salíamos después de una hora y nos tomábamos un tinto, una gaseosita. No todos los días, pero sí la mayor parte. Jugábamos basket, hasta que nos torcíamos los dedos, nos vendábamos y seguíamos.

Siempre me han gustado las manualidades, me gusta la decoración de ponqués, hacer muchas cositas delicaditas, el bordado. Lo que no me gustó fueron los tejidos; eso sí, nunca. Mi mamá hacía cosas muy lindas en tejidos, pero nunca le aprendí. Hice cursos de bordados, de cintas, de bizcochería. Aun hago todo eso. También me gusta mucho la costura; confeccioné bastante, hice muchas prendas, también manteles, me gusta decorar manteles, limpiones. Hice unos manteles navideños, modestia aparte, muy lindos.

Actualmente hago los oficios de mi casa, me gustan las manualidades todavía mucho, sí las hago. Hago mis juegos de baño, para la cocina, diferentes cositas. Eso me distrae, porque para mí eso es una terapia. No me gusta estarme por ahí sin hacer nada. En cambio, hacer esas cositas me distrae, se me pasa el rato.

He paseado mucho, he ido a 23 países hasta ahora: Ecuador, Perú, USA, Italia, Francia, Tierra Santa. Mis 70 años los pasé en París. La última ciudad que visité fue Las Vegas. Mi mayor patrocinador era mi hijito mayor que falleció. Eso ha sido muy duro para mí. Él me preguntaba: "mamita, ¿a dónde quiere ir?" y yo pensaba: "ya como que conozco tanto que no sé a dónde ir". Con él viajé mucho, tengo muchos recuerdos lindos con él, era una persona tan especial. De cada viaje recuerdo algo especial: de Estados Unidos me gusta la tecnología, de Europa la historia, de Tierra Santa pues imagínese, donde estuvo Diosito y uno estar ahí, en el Río Jordán, en el Santo Sepulcro. Cada lugar tiene algo interesante. Me dicen que tengo el pasaporte debajo del brazo, ¿cómo me voy a negar a un paseo?

Siempre hago amigas a donde voy, por ejemplo, en Orlando recuerdo que había una señora; se sentó a mi lado, ella hablaba en su idioma y yo en el mío, y nos reíamos. Luego me preguntaron de qué hablamos; les dije no sé, pero ahí nos entendimos. Tengo el gran don que la gente me quiere, nunca pienso: "ay, qué fastidio esa persona", no, porque todos tenemos defectos. Me dicen que soy caritativa, me gusta tener la voluntad de dar, no dar de lo que me sobra sino lo que otros necesitan, me gusta ser bondadosa. Mi hijito me decía: "mamita, usted hace el almuerzo y sale a la puerta a ver quién pasa y lo invita a almorzar". Yo le decía: "no es así, sino que yo estoy comiendo y llega alguien, ¿cómo le corto la cara?"

También siempre he sido muy devota, tenemos una asociación del Sagrado Corazón y otra de María Auxiliadora, me gusta mucho, procuro colaborar.

El secreto para estar como estoy ahora a mi edad es estar en movimiento; siempre he estado de para acá, para allá y mi Diosito que me ha dado buena salud. El consejo que les doy es que tengan una vida sana, bien organizada, estudien, trabajen y dense gusto sanamente y hacer mucho deporte. 

Bendito sea Dios, he tenido buena salud, no tengo ninguna enfermedad complicada.

Bueno y esta es la historia de mi vida, y aun continua.

Con Cariño, 

Chavita. 


Historia relatada por Isabel el 17 de Marzo de 2023.

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