José Antonio Quinde Silva

 Mi nombre es José Antonio Quinde Silva.

Cuando era niño me decían Antuco o Toñito, pero ya no, el tiempo corrió y ahora me dicen Antonio. 


Nací en Guayaquil, Ecuador, el 12 de Septiembre de 1949.




Mi mamá me enseñó tantas cosas, de las principales, recuerdo me decía aprende a ser acomedido, y eso se me quedó y lo desarrollé. 

Por eso, considero que el primer don es el servir, claro que servir primero a Dios. 

También me enseñó a lavar, planchar y cocinar. Todo lo he aplicado en mi vida. 

Mi padre me enseñó a ser honesto y responsable. 


Crecí con mi papá y mamá hasta los 12 años. Después mi papá me llevó a la casa de otra señora, viví 10 años con ellos en la ciudad de Machala, también en Ecuador. 

Mi papá era comerciante, así que cambiamos de ciudad, tuve que acomodarme en ese nuevo lugar, pero mi Guayaquil no me lo quita nadie. 

Luego volví a vivir con mi mamá cuanto cumplí 22 años.


En ese momento de mi vida, me embarqué en un barco de alto calado de 40 mil toneladas, y rodé por el mundo. Fui marino mercante por 4 años. De Puerto Bolívar salimos a Lounge Beach, allí cargamos petróleo, luego fuimos a Japón, allí dejamos los bananos, luego fuimos a Australia.

Cargamos carne y llegamos a Estados Unidos, cruzamos el Atlántico. 

Volvimos a embarcar y fuimos a Holanda, Alemania, Rusia, Francia e Italia. Ah bueno y Grecia, allí le hicimos un chequeo al barco. Seguimos a África, de allí volvimos a Estados Unidos por el lado del Atlántico, nos mandaron a Canadá, estuve en Montreal, no me acuerdo el otro puerto, llegamos luego a Nueva Orleans.

Llevaba 14 meses en el barco, fue entonces cuando decidí volver a Ecuador en avión, porque no me quería quedar como esclavizado en el barco. Descansé 3 o 4 meses y me volví a embarcar. 


El primer barco fue de oficialidad y bandera griega, así que aprendí a hablar griego. 

Primero trabajé como ayudante de cocina, luego fui mesero de los oficiales. Me defendí bastante con el idioma. 

Esta historia tiene más de 40 años, el griego se me ha olvidado, porque no lo seguí practicando. 


El segundo barco, también de oficialidad griega, fue mucho mejor que el primero. En ese estuve 22 meses y pedí el tiquete de regreso. Recuerdo que fuimos a Rusia, los rusos no conocían la coca cola, nosotros se las mostramos y les dábamos a probar. Eso fue más o menos en el año 73. 


El primer barco me sirvió de escuela, pero también aprendí lo malo. En esa vida, en ese lugar, tomaban cada hora, cargaban la botella de whisky en el bolsillo. 

En el barco era una obligación, parte del trabajo, así que creo que era alcohólico. 

Gracias a Dios logré ver el error que cometí, con lo que estaba aprendiendo, iba a dañar mi vida.



Pasaron tantas cosas. Yo era el único ecuatoriano en ese barco, había gente de Grecia, también chilenos, hondureños y argentinos. 

Recuerdo que tenía mi pelo largo, era la sensación para las europeas, venían y se me sentaban al lado. Creo que lo que lo que les atraía a las mujeres era mi cabello negro y mi color de piel. 

Dicen que el marinero tiene un amor en cada puerto, yo no tuve uno, tuve algunos. Después de un tiempo, dije esto no puede ser, que va a pasar conmigo.



El trabajo como marinero tenía cosas buenas, por ejemplo, le podía mandar dinero a mi mamita. 

también el marinero mayor me decía, cuando llegues a un puerto donde hablen español, compra libros para que te auto eduques, pero no me gustaban las novelas de pura letra. Un día me encontré un libro de vaqueros, y me encantó, también intercambiábamos libros con los otros latinos. 

Lo triste fue que un día llegamos a Suecia, nos quedamos sin flete, no teníamos plata, 18 días pasamos ahí. Recuerdo que llegó otro barco de latinos. Ellos conocían bien el puerto y la ciudad, llegamos a una cafetería, éramos 5 varones, llegaron 5 chicas, todas profesionales, yo conocí ese día a una enfermera. Al día siguiente, ella tenía su maleta y se quedó a vivir conmigo.

Con ella tuve un hijo en Suecia. Pero ella se quedó en Suecia y yo regresé a Ecuador. 

Tiempo después, puse el caso al consulado de Suecia, pero me negaron la visa. 


Les voy a contar algunos sustos de marinero:

El primer viaje vi como el barco se hundió, pensé me voy a volver pescado, pero el mismo mar sacó al barco. 

Una vez, salíamos de Inglaterra para Estados Unidos y en la mitad del Atlántico se comenzó a incendiar el barco. Pero el capitán apagó el barco. 

En Panamá nos chocamos y la proa se partió por la mitad, se hizo un hueco, pero el barco siguió, seguro le pusieron brujita (super bonder). El asunto es que llegamos siempre vivos. 


De nuevo en Ecuador, cuando tenía 28 años, quería tener una compañera de vida y la encontré.

Llevábamos casados una semana y me enviaron la solicitud de paternidad del bebé desde la embajada de Suecia. 

Le mostré a mi esposa, y juntos decidimos comenzar nuestra vida matrimonial, mi mujer era muy bonita, mi esposa. 

8 meses de enamorados y nos casamos, y tuvimos nuestro primer bebé, ese héroe, Francisco. 

Fui avanzando en mi vida, pero continuaba con el asunto del alcohol, esa falla duró 20 años. Mi familia para separarme del alcohol, no me dejó embarcar de nuevo, hasta me consiguieron un nuevo trabajo, en el famoso banco de Machala.

Entre a trabajar en el año 77, allá trabajé 5 años, luego vine a Guayaquil a una sucursal mayor. 

Estuve en esa institución bancaria por 38 años. 


Después de mi primer hijo, tuve una niña. 

Sin embargo, el bandido demonio del alcohol me hizo alejarme y comencé a hacer sufrir a mi familia. Cuando tuve el tercer niño, bajé un poco el consumo, pero seguía. 

Fuí un padre desamoroso, no tenía mucho contacto con mis hijos. Yo sabía que tenía esposa e hijos y creía, equivocadamente que el amor era meter la mano al bolsillo y comprarles cosas. 


Un día llegué a las 3 am, me acosté en el mueble de la sala. En la mañana vi a mis hijos, iban a salir, les pregunté a dónde iban, dijeron no sabemos. Entonces los perseguí, y adivinen, íbamos a una iglesia. Donde el Señor nos quería llevar. Ese día pensé el próximo domingo voy a venir sin tomar. Y así lo hice, el siguiente domingo entregué mi vida a Dios. Yo tenía 43 años.


Tengo 11 nietos, mis nietas mayores tienen 20 años, mi nieta menor tiene 3 años.  

He aprendido muchísimo de todo lo que he vivido. De lo no tan bueno me sostengo de Dios, porque con Él conocí el verdadero amor. 

El niño sueco es hijo mío porque es zambo y por la nariz. Quiero buscarlo y que sepa que tiene papá.


Ahora estoy jubilado, me dedico día a día a servir a Dios, porque sé que él es el dueño de todo. 

Vivo agradecido porque Dios me ha protegido y me ha salvado la vida muchas veces. 

Me gusta vestirme bien, la gente dice que parezco muñeco de pastel.

También me gusta coleccionar papeles y lecturas y luego las vuelvo a leer, eso me refresca.  


Esta es la Historia de mi vida. 

Con Cariño,


José Antonio Quinde Silva.



Historia relatada por José Antonio el 28 de Diciembre de 2021.




Comentarios

  1. Que historia mas enriquecedora, llena de experiencias que hacen parte de la vida y de lo que hace ser ese buen ser humano!!! nos encanta conocerlo, Don Antonio!!!

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    1. !Cierto!, para nosotros fue un gran honor conocer y escuchar a Don Antonio. El es una gran inspiración para todos.

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